"La verdadera Sabiduría está en reconocer la propia ignorancia " (Sócrates)

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miércoles, 14 de octubre de 2009

El volcán Paricutín



Un frío día de invierno, el 20 de febrero de 1943, una pequeña grieta se abrió en medio de un campo de maíz de una tranquila granja mexicana. . Se sabe con tanta exactitud porque ese día, el señor Dionisio Pulido se encontraba arando su sembrado cuando la tierra empezó a temblar bajo sus pies. Cuando algunas chispas rojas y calientes surgieron de su interior, el granjero, sorprendido, trató de taparla con basura. Cuentan que salió corriendo en busca de su familia y que los que se encontraban lejos, veían humo pensando que se trataba de un incendio. Al llegar la noche, el chorro de lava del volcán brillaba desde la distancia en la oscuridad. Al día siguiente, la grieta se había convertido en un agujero de 2 metros de diámetro. En las primeras 24 horas, el volcán se levantó siete metros sobre el liso campo de maíz en que nació y, en la primera semana, 50 metros. El volcán se formó como un cono de cenizas que empezó a crecer a gran velocidad para después pasar a stromboliano y terminar como hawaiiano.
Una semana más tarde, el polvo, las cenizas y las rocas que brotaron de su interior ¡habían formado un cono de 150 metros de altura! Las explosiones rugieron a través de los pacíficos campos de cultivo y una gran cantidad de lava fundida emergió del cráter, destruyendo la tranquila villa de Paricutín. Las erupciones continuaron y, al cabo de un año, la nueva montaña, denominada como el pueblo que había sepultado, medía 300 metros y se llevó por delante las casas de varias poblaciones y dejó como único superviviente a la iglesia de San Juan Parangaricutiro. Aislada en un mar de destrucción, la torre de la vieja iglesia resistió los embates de la lava y quedó como único testigo del brutal fenómeno.
La erupción permaneció activa durante nueve años y además de los pueblos de Paricutín y de San Juan Parangaricutiro enterró otras poblaciones cercanas.

Los ríos de lava crearon una falda de roca de varios kilómetros alrededor del cráter y cubrieron una superficie de 25 kilómetros cuadrados. Sin embargo, la masa de lava respetó milagrosamente la estructura de la iglesia de San Juan y no hubo que lamentar víctimas humanas: hubo tiempo para evacuar a todo el mundo, incluido el campesino Dionisio Pulido que había dado la voz de alarma.
Cuando las erupciones se detuvieron en 1952, Paricutín tenía 410 metros de altura. Hoy en día el cono alcanza unos 600 metros sobre el terreno circundante.

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